Poco a poco se hace el silencio según se acerca el momento. La multitud se congrega junto a la plaza, expectantes como cada año. Las campanas que anuncian la medianoche y el comienzo de un nuevo día quedan silenciadas por el estruendo y los gritos de celebración; en esos instantes, la Emperatriz aparece por el balcón y observa con emoción cómo sus plebeyos comienzan a lanzar al cielo nocturno esferas de aire de distintos colores.
Una pequeña lágrima asoma, por unos segundos, de uno de sus ojos, recorre con lentitud la suave curva de su mejilla y desaparece igual de rápido que apareció mientras las bolas de aire se acercan a ella.
Los gritos de júbilo continúan en la plaza, un par de voces más potentes que el resto consiguen organizar a la multitud antes de extender las mesas y comenzar el banquete. Siete salvas comienzan el banquete dejando la plaza totalmente enmudecida, una por cada muerto durante la fundación de la ciudad, héroes anónimos que dieron su vida para conseguir que la zona se pudiese habitar.
La Emperatriz toma un vaso con aromas y brotes de planta y lo acerca a sus labios; mientras bebe, observa sonriente a la multitud. La brisa mece suavemente su vestido, de tonalidad azul más oscura que sus ojos, y su cabello, dorado como las espigas de trigo, mientras ella, y toda la gente de la zona, piensa, murmura y repite "Feliz cumpleaños Henar"
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