martes, 18 de agosto de 2015

Castor ~ Ocultos





Espero junto a la entrada de la cueva con un ojo observando caer las hojas rosadas del bosque y el otro atento al túnel que se extiende a mi lado. Finamente vestida, veo una silueta recorriendo el oscuro pasillo hasta que consigo distinguir a la muchacha entre las sombras. Extiendo mi brazo para ayudarla a terminar el último tramo del túnel y siento cómo acerca su cuerpo al mío cuando está junto a mí. La miro fijamente a los ojos y observo como titilan con un brillo de alegría, le devuelvo el abrazo con fuerza y, tras unos preciosos segundos, nos soltamos y nos miramos entre risas. Izo la barrera que nos impide salir de la cueva, me abrigo con la zamarra y miro a mi compañera con miedo. Zozobro antes de dar el paso y salir de la cueva; las últimas noticias del exterior las tuvimos en la Era Azul, hace cientos de años.

Las hojas se aplastan bajo el peso de nuestras pisadas con un ligero crujido. Caminamos juntos, dejando poca distancia entre nuestros cuerpos, simplemente, por la confianza que nos inspira caminar juntos, aunque prácticamente no nos conozcamos. Unimos nuestras manos cada cierto tiempo reforzando los lazos que comienzan a formarse entre nosotros. Muchas veces me sorprendo mirándola con curiosidad; contemplando su rostro con ternura y sonriendo por la felicidad que ella me transmite. “Perfecta, mi más perfecta casualidad”, no puedo pensar en otra palabra para definirla; para definir cómo decidió que nos reencontrásemos y decidiésemos salir de nuevo a la superficie. Levemente, aprecio un sonido distinto al de las hojas al pisarse y los pocos animales al moverse entre la vegetación; es un sonido suave, meloso y cautivador. Espero hasta que lo vuelvo a escuchar y me doy cuenta que es Juk hablando, el primer contacto oral que tengo en mucho tiempo:
—Antes, cuando iba caminando por el túnel…, temí que te hubieses echado para atrás y no te fuese a ver, o que me vieses, te asustases y huyeses de mí —reconoce Juk.
Ñajerías —respondo rápidamente, me mira sorprendida y repito la palabra mentalmente; «¿Acabo de inventármela o la he escuchado antes?» —, pequeñeces, no tenía ningún motivo para huir de ti.
—O tal vez sí, prácticamente no me conoces.
—Sé que nos conocemos muy poco, pero sabes que no te iba a dejar hacer el viaje en vano.

Ignoro qué ha podido pasarle por la cabeza para decir eso, aunque el ambiente se ha vuelto incómodo entre nosotros; parece tensa. Trato de relajarla acariciándole la palma de la mano con cariño, le pido perdón y comenzamos a hablar de temas banales mientras caminamos:
—Estaba pensando en la primera vez que oí hablar de la Gran Montaña, no era más que un crío cuando comenzaron a decir cosas sobre la profecía.
—Quizá fue nuestra inocencia lo que nos llevó a visitar a He —comenta Juk—. “Un único guardián por cada reino”, eso repetían todas las oceánides. Imaginaban por las noches cómo sería su vida si He las seleccionaba, y por el día trabajaban con ahínco para conseguirlo; no me viene a la cabeza una época antes de la Era Verde más próspera para Meta. Recuerdo estar muy nerviosa el día que fui a verle, la noche antes de comenzar el viaje no pude dormir y cuando me encontré frente a él, casi me caigo del sueño que tenía. Ojalá me hubiese acordado de coger hierbas medicinales y no hacer el ridículo.
—Menos mal que no te acordaste o igual He no te hubiese escogido a ti —respondo con una sonrisa tonta en el rostro—. Uno de los elfos que fue conmigo a la Gran Montaña se excedió tomando plantas relajantes hasta quedarse dormido. Cuando quisimos continuar la marcha, perdimos gran parte del día tratando de despertarle —pienso en la última frase que ha dicho y añado—. Haríamos bien si no quisiésemos cambiar nuestro pasado; es lo que nos ha llevado a estar donde estamos y ser como somos… —observo a Juk con afecto, trato de imaginar dónde estaría ahora si ella hubiese tomado las plantas pero elimino rápidamente el pensamiento y murmuro—. O no te habría conocido nunca…


Antes de que llegue a responder, la tomo de la cintura y la miro a los ojos hasta perderme en ellos. Susurro palabras incomprensibles de las que solo consigo entender un “Sí” que no sé si pregunto o afirmo. Imagino por un instante el momento que tantas veces he visualizado en mi mente, pero prefiero no pensar en nada. En cualquier caso, este momento ya es mejor que todos los anteriores. Me inclino hacia ella sin dejar de mirarla a los ojos, poco a poco hasta conseguir juntar nuestros labios con torpeza. Parpadeo lentamente, cierro los ojos y me dejo llevar por el momento; los sonidos del bosque suenan distantes, solo estamos Juk y yo. Recorro con la mano su espalda con delicadeza, acariciándola lentamente cuando nos separamos. Espero varios segundos mientras la observo con cariño; sonrío y vuelvo a besarla.

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