Alhena ~ Serás eterno
Azur, sinople, gules, sable, oro, plata… vivo envuelta en multitud de colores, jóvenes antiguos pasan junto a mí con ovillos de seda de distintos colores y, en toda la plaza, el suelo está lleno de retazos. Los mejores costureros de las Tierras Antiguas continúan tejiendo las banderas de la nueva era mientras los carpinteros tallan y colocan los mástiles en su sitio.
Camino sin rumbo fijo por la plaza, observando cómo hilan las banderas; distingo las montañas nevadas de Meta, el sol de Žut, los robles de Zelenia…. Escucho a alguien enumerando cada una de ellas y me detengo para escucharlo:
—Por Golybhe: Campo de sinople, ciervo de oro leopardado. De azur, monte de sinople acompañado de un sol poniente de oro, media luna de plata en el franco cuartel diestro y de siete estrellas, también de plata en el siniestro. Cuartelado, en uno y cuatro de anaranjado al pergamino de plata, en dos y tres de púrpura a la pluma de oro. En campo sinople, roble dorado con tres de lo mismo de más reducidas proporciones en la punta y en los flancos. En campo de sable, unicornio de plata acornado y saltante. Mantelado. Primero, de sinople, roble dorado. Segundo, de azur, tres montañas de plata de distintas proporciones siendo la central la de mayor tamaño. Tercero, de goles, sol dorado. De sable, cuatro palos de oro. De gules, sol dorado. En campo de oro, rosa de los vientos de su color. De leonado, toro de oro leopardado. En campo azur, tres montañas de plata de distintas proporciones siendo la central la de mayor tamaño. De sable, cuatro palos de plata. En campo de sable, yunque y martillo de plata. De cobre, hoja de sauce de su color. De gules, huevo de oro con grietas de sable y una llama de su color en la parte superior. De azur, oceánide de plata. Cuartelado y entado en punta. En el primer cuartel, de sinople, un roble dorado. En el segundo, de azur, tres montañas de plata de distintas proporciones siendo la central la de mayor tamaño. En el tercero, de gules, sol dorado. En el cuarto, de azur, una oceánide de plata. Entado de cobre, una hoja de sauce de su color. Lleva escusón de plata, con una gema azur. Partido. Primero en sinople, ciervo de oro leopardado. Segundo, de azur, monte de sinople acompañado de un sol poniente de oro, media luna de plata en el franco cuartel diestro y de siete estrellas, también de plata en el siniestro. Por las Tierras Antiguas: De negro, una llama de su color. De gules, león rampante de oro… —Trato de distinguir las banderas, una por una; aún tienen varios días hasta acabarlas, pero están bien organizados.
Continúo andando junto a los mástiles mientras los jóvenes preparan las lazadas y los ganchos para las futuras banderas. Todo el mundo colabora, cavando hoyos para los mástiles, llevando material o alimentos y bebida a los que trabajan, o cantando para que los ánimos no decaigan.
A media mañana llegan He y Ella acompañados por un muchacho de mi edad. Se acercan a mí y me presentan al joven.
—Él es Chrstan, se encargará de esculpir la estatua según le indiques —comenta He—. Piénsalo bien, el mármol es difícil de arreglar.
Saludo a Chrstan y asiento a las palabras de He; llevo tiempo pensando en la estatua.
—Tenemos un bloque de mármol que nos delimita el tamaño, no puede tener más piezas que las que ya estén en su interior —me cuesta entenderle, ser el mejor escultor de la época no podía no tener defectos, aunque me imagino que no quiere trozos de mármol añadidos al bloque que tenemos—. Por suerte, el bloque es lo suficientemente grande como para tallar a una persona a escala. ¿Qué habías pensado?
—Vale, no hay ningún problema —respondo, recuerdo por enésima vez su rostro e imagino la estatua antes de contestar—. A ver, sería una representación suya de pie, con el brazo derecho en tensión y un hueco en la mano para sostener la espada cruzando el cuerpo, y el izquierdo como si fuese a entregar una flor. Con las piernas en contraposición y un pie adelantado. ¿Es posible?
—Sí, no habrá ningún problema. He me ayudará mientras trabajo para describirme el rostro y el físico del joven —Me siento más tranquila, sé que He recuerda su rostro perfectamente y no dejará que salga mal. Antes de comenzar a trabajar, pregunta—; ¿alguna característica más?, puedes pedir lo que quieras.
No estoy segura de qué pedir; tengo una idea en mente pero no sé si querrán satisfacerme. Miro a He y termino intentándolo:
—Por favor, que miré a la luna —digo, me miran sorprendidos y me explico—; que su mirada se dirija a la zona dónde se encuentre la luna durante más tiempo.
—De acuerdo, estará orientado al Eurus, para poder ver el amanecer, con la vista algo elevada para poder ver la luna casi todas las noches —responde Chrstan después de garabatear en un papiro.
Me despido de ellos y les dejo trabajando, dibujando bocetos y medidas de la escultura en el papiro; me tumbo sobre la hierba y, con la alegría de un joven al que le regalan algo, pienso «Te esperaré, cuando miremos el cielo cada noche; en la misma dirección».
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